Tu voz te conecta
Nuestra voz es ese sonido característico que nos diferencia de los demás, que nos da una identidad y que a pesar de los cambios que sufrimos en ella a lo largo de nuestra vida relacionados a nuestras diferentes edades, sigue conservando esa singularidad que nos caracteriza.
Al igual que nuestra voz, la manera en como hablamos influye en la forma en como somos percibidos por los demás. ¿A qué nos referimos? A que no se trata solamente de nuestro timbre de voz, ese modo propio y característico de sonar y que es nuestra identidad sonora, sino a muchas otras variables que componen la manera en como hablamos.
Debemos siempre tomar en cuenta que aunque nuestro interlocutor no sea experto en el tema, al escucharnos, va a recibir mensajes a través de nuestra voz y por como hablamos, y se va a hacer una idea sobre nosotros, sobre nuestra personalidad y capacidades. Es un arma de doble filo, ya que esa percepción puede ayudarnos o perjudicarnos.
Hay personas que cuando hablan, nos enganchan en su relato, porque se comunican de una manera dinámica, con emociones, usan diferentes tonos, y nos mantienen en vilo y con total atención, expectantes a lo que van a decir. Por el contrario, hay otras que sin importar si nos están contando algo muy interesante, no son capaces de retener nuestra atención y provocan que nos distraigamos a la menor oportunidad, debido a la monotonía con la que hablan y a su falta de emoción.
No creemos que ninguno de nosotros queramos pararnos a hablar en público y ser ignorados, y no lograr nuestros objetivos porque simplemente las demás personas no nos escuchan. Entonces, ¿cómo podemos asegurarnos de ser lo suficientemente interesantes a los oídos de los demás? ¿Acaso es una habilidad innata, o puede ser aprendida y con estudio y práctica la podemos mejorar?
Ya decía Carlos Gardel, que “No basta con tener la voz más melodiosa para entonar un tango. No, hay que sentirlo. Además hay que vivir su espíritu”… y eso es exactamente lo que queremos lograr. No importa en qué escenario estemos ni quién sea nuestro público, debemos tener la capacidad de saber cómo transmitir nuestro mensaje, qué emociones plasmar, y así conseguir lo que nos proponemos.
Sabemos que hay muchas personas que de manera natural y sin entrenamiento previo, tienen esa gran maestría de transmitir de manera asertiva sus historias y argumentos, pero también sabemos que dicha destreza sí la podemos adquirir y que con conocimiento, práctica y constancia, conseguiremos transformarnos en grandes oradores que lograremos comunicar de forma elocuente y convincente cualquier cosa.
Ahora se preguntarán, ¿cuál es el beneficio de ser buenos oradores?, ¿para qué me va a servir en mi vida personal o profesional? Hay muchas respuestas a esto, pero la principal tiene que ver con el hecho de poder expresar de una manera apropiada lo que queremos decir, lo que llevamos dentro. Hacerlo de forma tal que los demás nos puedan entender desde un sentido racional y emocional y ser empáticos con nosotros.

Para lograr convertirnos en buenos oradores, el primer paso, es ser conscientes de que existen varios elementos, que aunados a nuestra voz, nos pueden ayudar a mejorar nuestra capacidad de comunicación. Estos son:
· El volumen de lo que decimos.
· La velocidad con la que pronunciamos las palabras.
· Las inflexiones que hacemos en cada frase o el énfasis en determinadas sílabas.
· La emoción que imprimimos al hablar.
· El tono, que se divide en agudos y graves.
· Las pausas que hacemos.
· Nuestra dicción.
Debemos saber que la manera en como decidamos usar cada uno de estos elementos, no es ni buena ni mala (a excepción de la dicción, ya que esta siempre deberá ser buena). Es decir, la forma en como determinemos hablar en una situación específica, va a ser relativa al contenido de nuestro tema, a la emoción y mensaje que queramos transmitir, y sobre todo, a nuestro objetivo. También a la manera en como pensamos que nuestro público estará más receptivo a aceptarlo.
Cada uno de estos elementos en sí, envuelve diversos significados, pero ya sea en solitario, o haciendo diferentes combinaciones entre ellos, le darán una intención distinta a nuestras palabras e imprimirán un efecto particular en quien nos escucha.
Para que se entienda mejor a qué nos referimos, primero es fundamental conocer el significado de cada uno de estos elementos por separado. En el caso específico del volumen y ritmo:
· Un volumen bajo demuestra timidez, inseguridad y vacilación. Dificulta el entendimiento. Es importante evitar que el volumen baje al final de la frase, ya que este es un error que cometen muchas personas y dificultan el entendimiento de los oyentes.
· Un volumen medio es el ideal para las conversaciones.
· Un volumen alto comunica la intención de dominio. La voz excesivamente fuerte es irritativa y se relaciona con la agresión y el autoritarismo.
· Hablar rápido puede denotar ansiedad, falta de control o estrés. La audiencia puede no entender tu mensaje y puedes cometer errores de pronunciación.
· Hablar despacio puede significar que estás en control y dominio de la situación, pero también que no tienes mucho conocimiento del tema o que eres arrogante. Puedes cansar a la audiencia y extender tu participación.
Ahora conociendo esos significados, podríamos combinar aspectos de volumen y ritmo. Ambos deben ajustarse al tipo de pensamiento o sentimiento que el orador quiere transmitir. Por ejemplo:
· Volumen alto + ritmo lento: sentido de urgencia, regaño, amenaza.
· Volumen medio + ritmo medio: lo usamos la mayor parte del tiempo.
· Volumen bajo + ritmo lento: dar consejos, decir una reflexión, platicar con niños.
· Volumen bajo + ritmo rápido: decir algo que no quieres que sea escuchado por los demás.
Así como estos dos elementos, las pausas, el tono, la emoción, etc., imprimirán un sello distinto dependiendo de cómo los usemos.
La ventaja que definitivamente tendrá esto en nuestras vidas, es que nuestras exposiciones escolares, reuniones de trabajo, relatos, discursos, pláticas sociales, etc., no serán al azar, sino que lo planearemos y sabremos cómo obtener la atención que queremos y como resultado, nos acercaremos más al logro de nuestros objetivos.
Benjamín Disraeli dijo que “nada revela tanto el carácter de una persona, como su voz”, así que mostremos quiénes somos y no dejemos que la falta de conocimiento sobre estos elementos nos impidan lograr nuestros objetivos, de llegar a nuestros públicos en la manera en como queremos ser percibidos.